Diario Patria
MEMORIA DEL TEORRISMO

Los asesinos de Miguel Ángel Blanco: Dos ‘duros’ que añoran la vuelta de ETA


Miguel Ángel Blanco fue asesinado por tres personas: Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, Irantzu Gallastegi, ‘Amaya’ y José Luis Geresta Mujika, ‘Ttotto’. ‘Txapote’ disparó al joven mientras ‘Ttotto’ le sujetaba y ‘Amaya’ esperaba en un coche. Un cuarto de siglo después, la historia de estos terroristas es el reflejo de la derrota del terrorismo y de quienes lo practicaron. ‘Ttotto’ se suicidó el 20 de marzo de 1999 tras un extraño delirio en el que parecía confundir la realidad con sus fantasías. Sus dos compañeros cumplen condena en la cárcel, sin mostrar ningún arrepentimiento y criticando en privado la decisión de ETA de desaparecer, pero sin tener valor para mostrar en público su disidencia. «La izquierda abertzale hace lo mismo que criticábamos del PNV: actúa como un rebaño», se quejaban hace cinco años, cuando esperaban una reacción contra la cúpula de Sortu que no se produjo.

La carrera terrorista de ambos presos es un paradigma de unos miembros de ETA que consiguieron ascender en la organización gracias a que estaban dispuestos a aplicar la máxima violencia sin ningún tipo de escrúpulo. El asesinato de Miguel Ángel Blanco les catapultó en la banda pero su recorrido fue muy breve porque ETA ya estaba atrapada en un círculo vicioso de debilidad y solo era capaz de emprender autodestructivas huidas hacia adelante. Y la disolución de ETA se convirtió en un movimiento que les aplastó porque pensaban que iban a ser los líderes de la liberación pero acabaron siendo unos presos amargados a los que nadie tiene en cuenta. Es significativo que el último mensaje que se conoce de ‘Amaya’ sea una carta a Etxerat, la asociación de apoyo a presos de la banda, en la que pide a los dirigentes de ese colectivo que dejen de contactar con ella o con su familia y les reprocha «las formas y la línea política de actuación mostrada».

Detenido en la playa

‘Txapote’, de 56 años, fue detenido en un elegante chiringuito de la playa de Anglet, en el País Vasco francés el 22 de febrero de 2001. En ese momento era el responsable militar de ETA y toda su reflexión se resumía en una frase: «Golpear hasta que el Estado se ponga de rodillas». En el bar donde se le arrestó intentó destruir una agenda que contenía los nombres de una veintena de comandos que él mismo había creado para cumplir su sueño. Había buscado a jóvenes con su historial: de la kale borroka al terrorismo. De los ‘cócteles molotov’ a las pistolas. Porque esa es toda su historia. En 1984 fue detenido por primera vez por su relación con la violencia callejera pero su abogada, Jone Goiricelaia, alcanzó un pacto con la Fiscalía para que no entrase en prisión.

En 1994 estaba enrolado en el ‘comando Donosti’ y fue el ariete de la denominada ‘doctrina Oldartzen’, con la que ETA pretendía «socializar el sufrimiento» para que le acabaran dando la razón por la acumulación de horror. Él estuvo detrás de los asesinatos de cargos políticos como Gregorio Ordóñez, José Luis Caso o Manuel Zamarreño, del PP, y del histórico socialista Fernando Múgica, crímenes por los que está condenado a más de 300 años de cárcel. En 1998, durante la tregua de Lizarra, huyó a Francia y allí ascendió a la cúpula de ETA.

Txapote y Amaya, durante un juicio en la Audiencia Nacional.

Txapote y Amaya, durante un juicio en la Audiencia Nacional.


EFE

Su compañera, con la que tiene dos hijos concebidos en prisión, es Irantzu Gallastegi. Su historial terrorista no es tan amplio como el de su pareja pero cuenta con un ‘pedigree’ del que él carece. Su abuelo fue Eli Gallastegi, un líder nacionalista radical de comienzos del siglo XX que, dentro del PNV, rechazaba cualquier acuerdo con el Gobierno español. Su tío, Iker Gallastegui, fue condenado en 2006 por afirmar en un documental sobre Miguel Ángel Blanco que quienes mataron al joven lo hicieron «porque es un deber patriótico». «No tienen que pedir perdón por nada». Ella fue detenida en 1999 en un hotel de París, cuando participaba, con otros miembros de ETA como el exparlamentario Mikel Zubimendi, en la compra del material sobrante del IRA, el grupo terrorista norirlandés que ya había firmado la paz con el Gobierno británico y quería hacer caja con sus arsenales.

En una conversación que ambos mantienen en prisión, se lamentan del fin de ETA y esperan que «con el tiempo» surja un movimiento parecido para ocupar «el vacío» dejado por la banda. Su rencor aumentó en 2016, cuando la dirección de Sortu anunció que dejaba de reclamar la amnistía y proponía a los internos que buscasen salidas individuales. En sus comunicaciones consideraban que se estaban deslegitimando la violencia y fantaseaban sobre cuál debía ser la respuesta del pueblo catalán en caso de que los militares «ocupasen» Cataluña. Su megalomanía, además, le ha llevado a quejarse de que se preste demasiada atención a los ‘ocho de Alsasua’, los jóvenes que fueron condenados por golpear en un bar a una pareja de guardias civiles y a sus parejas. «Parece que ahora todo es Alsasua», se lamenta.

25 AÑOS SIN MIGUEL ÁNGEL BLANCO

El tercer terrorista que intervino en el asesinato de Blanco es José Luis Geresta Mujika, ‘Ttotto’. Su historial terrorista es muy breve. En 1996 se incorporó al ‘comando Donosti’ y tres años más tarde se suicidó de un disparo en la sien en Rentería. Estaba obsesionado con que le habían colocado un micrófono en las muelas, algo física y tecnológicamente imposible y que solo puede darse en las películas de ciencia ficción. Él intentó arrancarse los dientes en vida y, tras la autopsia, un desconocido serró las muelas en las que Geresta sospechaba que había un micrófono en la propia. La izquierda abertzale llegó a pedir información discreta a la Ertzaintza sobre si era posible la colocación de un dispositivo de ese tipo en la dentadura de una persona. Los agentes les explicaron que si alguien le hubiera colocado en la boca un micrófono, con su batería y su cableado, no habría podido cerrarla.

Ibon Muñoa, el colaborador


El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco fue posible gracias a que Ibon Muñoa, un edil de HB de Eibar, ayudó al ‘comando Donosti’ a cometer el crimen. Este concejal, que prestó su casa y su coche a los asesinos, cumplió veinte años de cárcel por su colaboración en el crimen y, tras salir de prisión hace dos años, ahora es agasajado como poeta con entrevistas en la Feria del Libro de Durango, le prologan sus obras reputadas figuras del bertsolarismo y recibe invitaciones para disertar en actos públicos.

Ibon Muñoa nació en 1958 en Eibar, donde llegó a ser concejal de HB al tiempo que regentaba una tienda de repuestos de su familia en el barrio Ardanza de la localidad. En 1995, Muñoa comenzó a colaborar con ETA cuando se lo pidió el exparlamentario de su mismo partido Mikel Zubimendi y en poco tiempo se convirtió en una pieza clave del ‘comando Donosti’ que formaban Francisco Javier García Gaztelu ‘Txapote’ e Irantzu Gallastegi Varela, ‘Amaya’. Los dos asesinos utilizaban su piso para alojarse y el concejal de la izquierda abertzale les facilitaba información y matrículas falsas.

Miguel Ángel Blanco trabajaba entonces en la empresa de Eibar ‘Eman Consulting’, situada a apenas 150 metros del establecimiento en el que Muñoa tenía su tienda de repuestos.

El 10 de julio Miguel Ángel Blanco viajó en tren desde Ermua a Eibar y los etarras que se ocultaban en casa de Muñoa le secuestraron junto al apeadero. El día anterior habían intentado capturarle pero el joven había viajado en el coche de su padre y no le localizaron. Al día siguiente no tuvieron problemas en secuestrarle y poner en marcha la macabra cuenta atrás que terminaría en el asesinato del joven dos días más tarde.

Ibon Muñoa fue detenido en octubre de 2000 después de una larga investigación que se había centrado en los rastros que las matrículas que fabricó para el ‘comando Donosti’ habían dejado en distintos atentados. Ingresó en prisión, fue condenado a 33 años de cárcel, y en octubre de 2020 quedó en libertad, tras haber cumplido 20 años de condena.

El colaborador de la banda había comenzado a escribir libros de poesía en prisión. Sus rimas fueron recogidas en seis tomos que fueron publicadas por la editorial Ataramiñe, un sello creado por antiguos miembros de la banda y que se dedica a publicar obras literarias de antiguos etarras. En Ataramiñe publica, entre otros, el que fuera jefe de ETA Mikel Albizu, ‘Mikel Antza’. El dirigente terrorista firma con el alias que ya utilizó en su incipiente carrera literaria en los 80 y que mantuvo como nombre de guerra mientras estuvo al frente de la banda.

En cuanto salió de prisión, Muñoa presentó el que hasta ahora es su último libro ‘Gure Ama-lur feminista da’ -Nuestra madre tierra es feminista- que está prologado por el histórico del bertsolarismo Xabier Amuriza. El texto fue presentado en la Feria de Durango así como otras localidades vascas, apoyado por poetas locales. En algunos de sus versos, por ejemplo, Muñoa se lamenta de que Obama hubiese celebrado la muerte de Bin Laden. En su prólogo al último libro, Amuriza destaca un poema de Muñoa en el que el colaborar de ETA se lamenta de no haber tenido «el coraje» de compaginar su vida con la «militancia».

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