Diario Patria
MEMORIA DEL TEORRISMO

«¿Escolta, yo? Si solo soy un concejal»


Tenía un carácter muy afable, muy extrovertido, simpático y campechano, era un hombre inquieto y cariñoso. Para mí era un señor». Iñigo Manrique, actual concejal popular en el Ayuntamiento de Irun, describe con cariño a José Luis Caso Cortines, el edil del PP de Errenteria asesinado por ETA el 11 de diciembre de hace 25 años, en el bar Tranche de Irun, justo enfrente del portal de su domicilio, el número 12 de la calle Juan Arana. Caso había recibido muchas amenazas, pero no quería llevar escolta. Aquella tarde, de hecho, los populares de la comarca del Bidasoa tenían comité en la sede irunesa de Cipriano Larrañaga y después de hacer el balance del año y de plantear objetivos para el siguiente, hablaron con Caso de la necesidad de reforzar su seguridad.

El edil popular se resistía a cambiar de vida por la amenaza de ETA. Su nombre había aparecido en pasquines amenazantes en Irun después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, en julio de ese mismo año, y recibía llamadas anónimas en su casa. Manrique, entonces juntero en Gipuzkoa, era el coordinador del PP del Bidasoa y recuerda aquella última reunión de José Luis en el partido, dos horas antes de que le mataran. «Era consciente de lo que pasaba, pero pensaba, y así lo repetía siempre, que no tenía tanta relevancia como para que los terroristas se fijaran en él. Siempre decía: ‘¿Escolta, yo? Si solo soy un concejal’», rememora. Manrique y otros dirigentes populares presentes en esa reunión le insistieron: «José Luis, cuídate mucho, no hagas siempre las mismas rutinas, que la cosa no está para bromas». «Y él me decía: ‘¿Tú me ves con escolta Iñigo…? Ya hablaremos. No lo veo claro….’», evoca.

A su pesar, ETA conocía sus costumbres. Aquel jueves de diciembre, a las 22.30, tras la reunión con sus compañeros en la sede popular, Caso paró, como siempre, en el Tranche para charlar con Isidro, el dueño del bar, y algunos conocidos y tomarse algo. Un terrorista cubierto con la capucha de un chubasquero se le acercó, le disparó un tiro en la cabeza y salió del establecimiento amenazando con la pistola a la media docena de clientes que asistían atónitos a la escena. El concejal yacía tendido en el suelo, con una herida de bala –«con orificio de entrada en zona parietal derecha y de salida en la parieto-occipital izquierda», certificaría el forense–. Otro terrorista esperaba al pistolero listo para la huida. Ninguno de los dos fue identificado y el crimen continúa impune 25 años después.

«¿Tú me ves con escolta Iñigo…? Ya hablaremos. No lo veo claro….’», cita Iñigo Manrique de su última conversación con Caso en un comité del PP

José Luis Caso Cortines, de 64 años, había nacido en Comillas, Cantabria, y era un apasionado de Irun desde que llegó para hacer la mili. Estaba casado con Juani Pérez, era padre de dos hijos y abuelo de Irene, una niña que entonces tenía solo 17 meses. Estaba prejubilado de Astilleros Luzuriaga

Aquella noche, Juani, la mujer con la que Caso compartió 37 años de vida en común, acababa de llegar a casa y como ya era tarde se puso el pijama. No escuchó el disparo, pero Isidro, el dueño del Tranche, le llamó al telefonillo: «Juani, baja inmediatamente, que ha pasado algo». Cogió el abrigo con el que acababa de llegar a casa y se lo puso encima del pijama. No tardó ni un minuto en llegar al lugar de los hechos y se encontró a José Luis muerto en el suelo del establecimiento. Se abrazó a él y no se podía separar. «Fueron años muy duros, muy difíciles», reflexiona Manrique mientras recuerda el dolor y la rabia que sintieron todos los compañeros que inmediatamente se desplazaron al escenario del asesinato. «Recuerdo que llovía, como casi siempre en estos casos», evoca e insiste en la necesidad de seguir recordando a tantos como José Luis. «La memoria es muy importante porque ETA se llevó por delante a tanta gente… Que no puede caer en el olvido», reivindica mientras le viene a la cabeza su llegada a la política pública: «Entramos por compromiso cuando mataron a Gregorio (Ordóñez), creíamos que iba a ser para cuatro años y todo lo que pasó hizo que entráramos en una rueda imparable… En las siguientes elecciones todos llevábamos escolta».

Las amenazas no cesaron

No ha olvidado tampoco la tensión y el temor con el que se vivía en aquellos meses tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. «Ese verano, el entonces subdelegado del Gobierno en Gipuzkoa, Eduardo Ameijide, nos citó a los cargo del PP en la Cumbre y nos dijo que no tenían capacidad para protegernos a todos y que teníamos que salir de nuestros pueblos y ciudades como fuera. A cualquier sitio, en cualquier lugar de España o del mundo. Cada uno hizo lo que pudo, yo me fui a Murcia con un amigo. Ya en diciembre la cosa estaba muy caliente y se temía lo peor», rememora Manrique.

El asesinato está impune. No se pudo identificar a ninguno de los dos etarras que participaron

Las amenazas en casa de José Luis y Juani no cesaron ni siquiera después del atentado. La viuda del edil popular siguió recibiendo llamadas intimidatorias. Le decían que era «un txakurra» y que «ya estaba donde tenía que estar…». El acoso etarra también persiguió a su sustituto en el escaño, Manuel Zamarreño. Él sí llevaba escolta, pero ETA en su macabra estrategia iba un paso por delante e hizo estallar en Errenteria una motocicleta bomba que acabó con su vida a los seis meses de ocupar el cargo.

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